domingo, 21 de noviembre de 2010

Frankenstein

Aquí os dejo una parte del prólogo del libro de Frankenstein:

Lo que Mary Shelley dio a luz, no fue un relato de fantasmas, uno más, sino una parábola sobre la ciencia del bien y del mal, la soberbia del querer emular a la Creación y la terrible soledad de los monstruos. ¿Por qué el moderno Prometeo? Porque según la mitología clásica, el titán Prometeo modló de barro los primeros hombres y les insufló el espíritu vital sustrayendo a Zeus el fuego. Su condena fue terrible y sólo Herakles terminó por redimirle. El doctor Frankenstein deseó crear una criatura invulnerable a las enfermedades y a la muerte. Como si fuera el propio Dios, logra infundir el hálito vital a una criatura compuesta de trozos de cadáveres, aprovechando los descubrimientos eléctricos tan en boga entonces. El engendro resultará harto deforme y será repudiado en el acto por su propio creador. El doctor Frankenstein cae en la propia maldición que ha desatado por imprudente soberbia y por desamor al abandonar su criatura a su suerte, por mucho remordimiento que después tuviera, al comprender lo que realmente había creado.


Abandonado el monstruo en un mundo hostil que ni le comprende, ni le quiere (cuán diferente a la teoría del Buen Salvaje de Rousseau), frustrado en sus ansias de amistad y de amor al rehusar Frankenstein crearle una compañera como él, por el temor a una descendencia monstruosa, se entregará a una venganza sin límites con un odio inextiguible que acrecentará su prodigiosa fuerza y que alcanzaría a todo el entorno de su creador, hasta tal punto de que el doctor Frankenstein jura que le perseguirá hasta que uno de los dos muera.
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