-Ven conmigo - le dijo sonriendo y con ojos brillantes.
-¿A dónde? - Le miró curiosa de verle tan... feliz.
Él le cogió la mano de golpe y se la llevó a un pequeño patio interior que tenía la biblioteca. Era muy frondoso, fresco, agradable y alegre.
-¿Seguro que podemos entrar aquí? - Preguntó ella sin dejarle la mano y mirando alrededor encantada de estar allí con él.
-Si no se puede, ya nos dirán algo. Quería traerte aquí para estar un rato contigo y disfrutar esta paz. - Su mirada era tierna y franca.
Ella sonrió y, un poco ruborizada, se dió la vuelta y tirándole de la mano dijo:
-Vamos, no seas así, si nopodemos estar aquí nos regañarán, será mejor que preguntemos.
Él tiró de su mano y la arrastró hacia él con dulzura y determinación. Riró de ella hasta que sus cuerpos se tocaron. La miró sin soltar su mano y alzó la que tenía libre para acariciarle la mejilla...
-Perdonad, ¿qué estáis haciendo aquí? No podéis entrar sin permiso.
Él sonrió.
-Lo sentimos, la próxima vez preguntaremos.
Sin soltarse de la mano, salieron del pequeño jardín. Fueron a otro, que, aunque hubiera gente, había una parte con árboles vacía y casi tan acojedor como el pequeño jardín.
Ella, aún aturdida, miró a su alrededor, no era totalmente como aquel pequeño patio pero estaba con él, que era lo importante. -Jo, qué fastidio de bibliotecaria. - Pensó y se rió por lo bajo.
-¿Qué te hace gracia? - Preguntó él mirándola y sonriendo divertido.
-Nada, sólo que la bibliotecaria fue muy oportuna. - sonrió y se echó de nuevo a reir.
El muchacho se rió también mientras volvían a la posición en la que estaban antes de la interrupción.
-¿Por dónde iba?¡Ah! Ya me acuerdo...
La miró tiernamente y su mano libre acarició la mejilla suavemente hasta que se pasó en su barbilla y la acercó a él. Sus labios se unieron y, por fin, el ansiado beso apareció de sus corazones. Él liberó sus manos para poderla abrazar y felizmente levantarla un poco del suelo. Ambos rieron con los ojos brillantes de felicidad.
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