Aileen volvió a su casa pensando que era su subconsciente el que había hecho que viera a su padre.
Toda la casa estaba en silencio y en penumbras, no se oía nada, ni si quiera los pájaros del jardín. Todo esto le extrañó mucho. No era normal tal silencio y tal oscuridad en aquella época del año.
Dejó las cosas en el descansillo y sigilosamente fue mirando por todas las habitaciones comprobando si había alguien en la casa. Pero al llegar a la cocina, escuchó un ruido en el jardín. Cuando llegó allí se asombró al ver a todos los pájaros dormidos, quietos, a plena luz del día, como si los hubieran petrificado. Algo estaba pasando.
De repente escuchó otra vez aquel sonido, provenía de un rincón del jardín, se acercó con cuidad y miró detrás de unas macetas.
Toda la casa estaba en silencio y en penumbras, no se oía nada, ni si quiera los pájaros del jardín. Todo esto le extrañó mucho. No era normal tal silencio y tal oscuridad en aquella época del año.
Dejó las cosas en el descansillo y sigilosamente fue mirando por todas las habitaciones comprobando si había alguien en la casa. Pero al llegar a la cocina, escuchó un ruido en el jardín. Cuando llegó allí se asombró al ver a todos los pájaros dormidos, quietos, a plena luz del día, como si los hubieran petrificado. Algo estaba pasando.
De repente escuchó otra vez aquel sonido, provenía de un rincón del jardín, se acercó con cuidad y miró detrás de unas macetas.
-Huye… corre… que no te atrape.
Era un muchacho, estaba malherido, la pierna le sangraba a borbotones. Aileen corrió dentro de la casa a por gasas y una pócima. Al llegar junto al muchacho de nuevo se escuchó un estruendo, algo se estaba moviendo dentro de la casa. Aileen vendó rápidamente la pierna del muchacho con las gasas impregnadas de la pócima.
-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?
Lo que se movía en la casa estaba cada vez más cerca del jardín, se oía cada vez más, parecían gruñidos.
-¡Huye!
-No te pienso dejar así aquí.
-Huye, sálvate, no puedes hacer nada por mí.
-No digas tonterías.
Aileen puso de pié, como pudo, al muchacho pasando el brazo de éste sobre su cuello.
-Déjame, si cargas conmigo no lo conseguirás.
Cuando se acercaron a la puerta, dos grandes ojos y seis colmillos afilados brillaron en la oscuridad, dentro de la casa. Aileen no sabía qué hacer, no podía dejar al muchacho sólo con esa bestia.
-Cierra los ojos y agárrate bien. Voy a intentar hacer un conjuro de traslado.-Dijo Aileen cerrando los ojos.
-No podrás, es magia muy avanzada. Sólo pueden hacerlo sin muerte y desastres el Gran Mago de Saelum, los Dioses y…
-Es mejor que morir devorado por una criatura Jalock.
El muchacho cerró los ojos y se agarró bien a ella. Mientras, la bestia, se preparaba para atacar.
-Confío en ti, Aileen… Rilma…
En ese instante, Aileen, abrió los ojos de golpe y una gran luz resplandeciente de color blanco invadió todo el lugar.